En un sorprendente desarrollo financiero, Honda Motor Co. ha reportado una asombrosa caída del 20% en sus ganancias en la primera mitad de su año fiscal, una disminución impulsada en gran parte por las ventas de automóviles poco satisfactorias en el notoriamente competitivo mercado chino. Pero mientras la desaceleración en China ha golpeado duro, el futuro de Honda enfrenta una amenaza aún más apremiante: el potencial resurgimiento de los aranceles de la era Trump sobre las importaciones mexicanas, que podrían causar ondas de choque en la industria automotriz de EE. UU.
Honda ha dependido durante mucho tiempo de su extensa red de manufactura en México para alimentar sus operaciones en EE. UU. Con esta estructura de cadena de suministro rentable, el gigante automotriz japonés ha logrado ofrecer vehículos de alta calidad a los consumidores estadounidenses a precios competitivos. Sin embargo, ahora, con el espectro de aranceles elevados de nuevo en el horizonte, los ejecutivos de Honda están levantando banderas rojas sobre la sostenibilidad a largo plazo de su estrategia transfronteriza.
“Si los aranceles sobre las importaciones mexicanas se materializan, toda la industria sentirá el impacto. No se trata solo de Honda, es todo el ecosistema de piezas, mano de obra y logística que podría verse trastornado,” advirtió un portavoz de Honda, amplificando la urgencia en torno a un posible cambio sísmico en las relaciones comerciales entre EE. UU. y México.
Desde que Trump planteó por primera vez la idea de aranceles sobre los productos mexicanos, los fabricantes de automóviles han estado apresurándose a evaluar el daño potencial. Los aranceles, destinados a presionar a México sobre diversos temas de política, aumentarían drásticamente el costo de hacer negocios al otro lado de la frontera. Y para Honda, que ensambla componentes críticos e incluso modelos completos en México, el impacto podría ser enorme. Los expertos estiman que Honda podría enfrentar aumentos de precios en piezas esenciales, desaceleraciones en la producción e incluso una reconfiguración de sus instalaciones en EE. UU. y México para mitigar costos.
El CEO de Honda no se anduvo con rodeos al discutir las ramificaciones: “Nuestra inversión en México fue un movimiento estratégico para beneficiar a los consumidores norteamericanos. Si los aranceles vuelven a surgir, enfrentaremos decisiones difíciles sobre precios y producción que podrían afectar a millones de nuestros leales clientes.”
Aunque la caída inicial de ganancias de Honda este año se puede atribuir al mercado chino, la amenaza inminente de aranceles añade una capa de incertidumbre potencialmente devastadora. A medida que el fabricante de automóviles se apresura a prever los costos y ajustar la producción, se está volviendo claro que el destino de Honda está inextricablemente ligado a las políticas que salen de Washington, D.C. Si los aranceles se implementan, Honda podría verse obligado a aumentar los precios en EE. UU., repensar los modelos de vehículos o incluso reducir las operaciones en México.
Con los mercados atentos a cada palabra, tanto los inversores como los consumidores están observando cómo Honda navegará los turbulentos meses que se avecinan. Este revés financiero, combinado con los desafíos de política comercial que se avecinan, señala un momento crucial para la marca. ¿Logrará Honda mantener su motor en marcha a través de estos desafíos, o verá el próximo año vientos en contra aún más intensos en su estrategia norteamericana? Solo el tiempo—y quizás el próximo movimiento de Washington—lo dirán.