Max Verstappen, el talento prodigioso de Red Bull Racing, ha recibido elogios y ha logrado hazañas notables en la pista, sin embargo, una sombra se cierne sobre su éxito: acusaciones de favoritismo dentro del equipo. Pierre Gasly, un ex compañero de equipo, ha dado un paso al frente con afirmaciones explosivas que exponen una dura realidad: durante su tumultuosa temporada de 2019, se sintió completamente abandonado, careciendo del apoyo de la misma organización que debía nutrirlo.
Las revelaciones sinceras de Gasly pintan un cuadro de un equipo dividido, donde Verstappen aparentemente disfrutaba de un trato preferencial mientras Gasly luchaba por encontrar su lugar. “No recibí apoyo de ninguna parte,” lamentó Gasly, subrayando los desafíos que enfrentó mientras intentaba forjar su propia identidad en medio de un contexto de sesgo. Las implicaciones de esta declaración son profundas; plantea preguntas sobre la dinámica interna en Red Bull y las presiones que enfrentan los pilotos que no están en el centro de atención.
En el despiadado mundo de la Fórmula 1, la disparidad en el trato puede hacer o deshacer una carrera. La experiencia de Gasly sirve como una advertencia sobre los peligros de entrar en un entorno de alto riesgo donde el favoritismo puede distorsionar las probabilidades. Mientras Verstappen continúa brillando, logrando finales impresionantes incluso cuando el rendimiento del coche disminuye, la narrativa de Gasly revela el lado más oscuro de las carreras competitivas.
Esta revelación llega en un momento en que tanto los aficionados como los analistas profundizan en el ethos operativo de Red Bull Racing. Las afirmaciones de Gasly provocan un examen crítico de cómo se nutre—o se descuida—el talento dentro de las filas de uno de los equipos más formidables de la F1. ¿Llevará este exposé a una reevaluación de cómo el equipo apoya a sus pilotos? Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es clara: la conversación sobre sesgo y apoyo en la Fórmula 1 está lejos de haber terminado.









