El Gran Premio de Qatar tuvo todo lo que los aficionados podían desear: coches de seguridad, intensas batallas y un drama de alto riesgo. Pero lo que comenzó como una carrera electrizante se convirtió en un caos gracias a un fallo evidente en el control de la carrera: un espejo retrovisor. Sí, un espejo retrovisor.
Lo que debería haber sido una intervención de seguridad sencilla se transformó en un error catastrófico que arruinó las carreras de múltiples pilotos, dio la vuelta al Campeonato de Constructores y arrojó una dura luz sobre una FIA que ya estaba bajo fuego por su toma de decisiones.
El Espejo Que Rompió la Carrera
El drama comenzó cuando el Williams de Alex Albon perdió su espejo lateral en la recta principal, aterrizando precariamente en la línea de adelantamiento en la sección más rápida del circuito. La FIA reconoció el peligro, desplegando eventualmente banderas amarillas, aunque alternando de manera inconsistente entre señales de una y dos olas. Pero no actuaron de manera decisiva para retirar los escombros. En su lugar, el control de la carrera aparentemente esperó… ¿qué exactamente? ¿Que el espejo se despejara milagrosamente?
Predeciblemente, ocurrió el desastre. Valtteri Bottas destrozó el espejo a toda velocidad, esparciendo escombros por la pista como si fueran confeti en un derby de demolición. Las consecuencias fueron inmediatas: Carlos Sainz y Lewis Hamilton sufrieron pinchazos, obligando a paradas en pits no programadas y a un coche de seguridad que debería haberse desplegado mucho antes de que la situación se agravara.
Lando Norris: El Daño Colateral
En esta debacle se vio atrapado Lando Norris, quien no logró reducir la velocidad ante las banderas amarillas—banderas que, según él, no eran lo suficientemente claras para registrarse. ¿La penalización? Un brutal stop-and-go de 10 segundos, relegándolo de un podio casi seguro al 10° lugar. Mientras Norris salvó dos puntos (uno por el 10° lugar, uno por la vuelta más rápida), el daño ya estaba hecho. McLaren perdió terreno crítico frente a Ferrari en el Campeonato de Constructores, y la penalización efectivamente le otorgó a la Scuderia un cambio de 21 puntos.
Norris, siempre autocrítico, aceptó la responsabilidad. Pero la realidad es que esta situación nunca debió haber surgido. La indecisión de la FIA convirtió lo que debería haber sido un tema sin importancia—una rutina de limpieza de escombros—en un momento crucial de la carrera.
Lewis Hamilton: Una Doble Dosis de Miseria
La carrera de Hamilton tampoco se salvó. Un pinchazo debido a los escombros ya le costó valiosas posiciones, pero luego incurrió en una penalización de drive-through por exceso de velocidad en el pit lane. Esta infracción ocurrió mientras el coche de seguridad arrastraba el campo a través de una desordenada operación de limpieza—una situación completamente evitable si el espejo se hubiera retirado antes.
Tres carreras efectivamente arruinadas—Sainz, Norris y Hamilton—todas debido a lo que solo se puede describir como una mala gestión grosera.
Una Crisis de Liderazgo
Este no es un incidente aislado; es emblemático de problemas más profundos dentro de la FIA. Justo este fin de semana, el presidente de la FIA, Mohammed Ben Sulayem, desestimó las críticas de los pilotos, afirmando que sus quejas sobre la funcionalidad de la organización eran «asunto de ellos». El momento no podría haber sido peor.
La FIA insiste en que no hay caos interno a pesar de una ola de renuncias de alto perfil y una creciente percepción de incompetencia. Pero la gestión del GP de Qatar, particularmente a la luz de estos problemas más amplios, pinta un cuadro muy diferente.
En Abu Dhabi 2021, hubo factores atenuantes: decisiones en fracciones de segundo, una presión inmensa y un ambiente caótico. ¿Esto? Esto fue un desastre en cámara lenta. La dirección de carrera tuvo tiempo suficiente para actuar de manera decisiva, pero eligió no hacerlo.
El Veredicto: Un Desastre de Proporciones Épicas
La incapacidad de la FIA para manejar un escenario de escombros sencillo durante varios minutos fue absurda, exponiendo fallas fundamentales en sus procesos y liderazgo. Esto no es solo una mala imagen para la FIA; socava la integridad misma de las carreras de Fórmula 1.
Si este es el tipo de supervisión que los aficionados pueden esperar en el futuro, la credibilidad de la FIA como organismo rector del deporte está en peligro. Y no importa cuánto insista Ben Sulayem en lo contrario, el GP de Qatar fue una prueba contundente de que la Fórmula 1 tiene un problema con la FIA—y no se va a ir.