La dramática ruptura de Elon Musk con el presidente Donald Trump ha desatado una tormenta política y financiera, enviando ondas de choque a través de los mercados y reconfigurando alianzas en Washington.
La ruptura comenzó cuando Musk, tras renunciar a su cargo como jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), denunció públicamente el «One Big Beautiful Bill» de Trump como una «abominación asquerosa.» El proyecto de ley propone eliminar los créditos fiscales para energía limpia, incluyendo un incentivo de $7,500 para vehículos eléctricos, lo que podría costarle a Tesla hasta $1.2 mil millones anuales.
En represalia, Trump amenazó con revocar todos los subsidios gubernamentales para las empresas de Musk, lo que llevó a una caída del 15% en las acciones de Tesla, borrando aproximadamente $150 mil millones en valor de mercado. Musk respondió acusando a Trump de estar implicado en los archivos de Epstein y sugirió formar un nuevo partido político para representar a los estadounidenses centristas.
Esta disputa pública marca un cambio significativo en comparación con su anterior alianza, ya que Musk había sido un gran donante de la campaña de Trump y una figura clave en su administración. El conflicto en escalada no solo amenaza la estabilidad financiera de Tesla, sino que también señala un realineamiento más amplio en las afiliaciones políticas y estructuras de poder dentro de EE. UU.
A medida que se desarrolla la batalla entre estos dos titanes, las implicaciones para la industria automotriz, las iniciativas de energía limpia y el panorama político siguen siendo profundas y de gran alcance.