El mundo de las carreras llora la pérdida de Eddie Jordan, un hombre que podría describirse mejor como un ‘disruptor’. Jordan, un ex propietario de equipo de Fórmula 1, fue un transgresor que irrumpió en la escena con un espíritu audaz que lo llevó a un éxito notable en el deporte. Su comportamiento jovial era solo una fachada para su feroz tenacidad y aguda perspicacia empresarial. La habilidad de Jordan para cerrar acuerdos innovadores lo convirtió en una fuerza a tener en cuenta en el mundo de la Fórmula 1.
Procedente de Dublín, Jordan entró en la escena de la Fórmula 3 británica como piloto en 1979. Su viaje comenzó en los humildes alrededores de los antiguos cobertizos de cerdos de Silverstone. A lo largo de los años, incursionó en diversas trayectorias profesionales, contemplando el sacerdocio y la odontología antes de convertirse finalmente en un contador calificado. Su personalidad más grande que la vida, junto con un agudo sentido empresarial, lo convirtió en un negociador formidable. Muchos han recordado cómo Jordan pasaba sin esfuerzo de su comportamiento ruidoso a un aire serio y confidencial al discutir acuerdos, haciendo que sus contrapartes sintieran que estaban recibiendo un favor excepcional.
El optimismo inquebrantable y la adaptabilidad de Jordan fueron clave para su éxito en el deporte. Era conocido por su capacidad para doblar la realidad a sus necesidades durante las negociaciones. Sin embargo, este rasgo ocasionalmente lo metía en problemas. Reconociendo sus limitaciones como piloto, Jordan dio un paso atrás en 1980 para centrarse en roles gerenciales, dirigiendo sus coches de F3 con los pilotos David Leslie y David Sears.
Bajo el liderazgo de Jordan, Eddie Jordan Racing comenzó a establecer una presencia formidable en la Fórmula 3. El punto culminante del equipo llegó en 1983 cuando casi se hizo con el título británico contra Ayrton Senna con Martin Brundle. El pináculo de su éxito fue en 1987 cuando ganaron el Campeonato Británico de F3 con Johnny Herbert.
La incursión de Jordan en F3000 en 1988 fue otro testimonio de su tenacidad. Su debut con Herbert fue triunfal, y alrededor de este tiempo, Jordan también se aventuró en la gestión de pilotos, colocando a varios conductores en F1.
La transición a F1 fue una compleja red de acuerdos, un laberinto que solo Jordan podía navegar. Establecer una fábrica frente al circuito de Silverstone parecía una apuesta comercial para muchos. Sin embargo, Jordan no era de los que se conformaban con limitaciones convencionales. Su audacia dio sus frutos cuando le dio a Michael Schumacher su oportunidad en F1, aunque lo perdió después de una carrera. Rodeándose de asociados competentes, incluidos Gary Anderson e Ian Phillips, Jordan logró mantener al equipo a flote.
Un gran punto de inflexión para el equipo llegó con el acuerdo del motor Yamaha en 1992. Si bien comprometió su rendimiento en pista, salvó al equipo de una potencial quiebra. A partir de entonces, Jordan se centró en mantener a su equipo en la competición y acumular riquezas, infundiendo a su equipo su energía vibrante. El mejor año del equipo fue en 1999, cuando Heinz-Harald Frentzen emergió como un contendiente para el campeonato mundial.
Jordan salió de la escena de F1 en 2005 tras vender al consorcio Midland. Desde entonces, el equipo ha cambiado de manos múltiples veces, operando actualmente como Aston Martin F1. La fábrica de última generación frente a Silverstone es un marcado contraste con sus humildes comienzos en los cobertizos para cerdos.
Incluso después de su partida, la presencia de Jordan en F1 siguió siendo palpable. Era un comentarista cuyas ideas poco convencionales y su entretenido comentario eran un deleite para los aficionados. Su espíritu, tan vivaz como siempre, será profundamente extrañado. Uno solo puede imaginarlo negociando su camino hacia el cielo, porque esa era la esencia de Eddie Jordan.